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Por Luciano Lamberti


Revista Ciudad X (del Diario La Voz del Interior, Córdoba), día 7/4/11

 

Antes de debutar en la narrativa con la novela “Puertas adentro” (1998 Alfaguara, reeditada por Babel en el 2008), Lilia Lardone llevaba diez años coordinando talleres de escritura y corrección. Ficción y crítica son dos vertientes que están en mí, dice ahora, por un lado el deseo de la escritura literaria y por el otro, por mi formación en Letras, la puesta en valor del acto de leer, observar cómo se lee a los otros. La lectura, la escritura, la corrección, como procesos complementarios, indisolubles. Quizás por eso su primera novela ya mostraba la madurez y la solidez de una escritora consumada, y hasta los temas que se repetirían a lo largo de su obra: el lugar de la mujer, la distancia entre la imagen social y la imagen verdadera, la ideología del Piamonte trasladada a tierras argentinas. Con “Esa chica”, publicada en el 2006 por Rubén Libros, continuaba los mismos problemas en una clave íntima y experimental.
A esto hay que agregarle un infatigable trabajo como escritora infantil, libros sobre el taller literario - como los que escribió en colaboración María Teresa Andruetto - y un perfil de Andrés Rivera en forma de entrevista que aparecerá en breve. Por último, Lardone compiló, prologó y apadrinó la quizás más completa antología joven de la literatura cordobesa “Es lo que hay”. Así cuenta el inicio del proyecto: En 2009 le propuse a Editorial Babel armar una antología de narradores jóvenes: a mi juicio había que registrar el momento, fijar el nacimiento de esa generación. “Es lo que hay” mostró una realidad, un punto de partida que permitirá revisar en el futuro, por ejemplo, qué fue de cada uno de los autores.
Los cuentos de “Vidas de mentira”, publicado originalmente por Alción en el 2003, y reeditados ahora por Babel con el agregado de estudios críticos de escritores o intelectuales cordobeses y dos cuentos inéditos (“Las cosas son así” y “Apuntes para un documental”) vuelven a confirmar el lugar de Lardone en la literatura, los temas que ya se volvieron obsesiones y una escritura depurada y sensual.
Hace un tiempo, la gente de Babel me ofreció reeditar Vidas de mentira con comentarios críticos, que funcionaran como “lectura” de los textos, cuenta la autora acerca de esta reedición. La propuesta me pareció innovadora e interesante, ya que desde su aparición en 2003, el libro había circulado por cátedras y grupos de estudio, en ponencias de jornadas, congresos… Volví al original: decidí dejar los cuentos tal como estaban y agregar un par de inéditos, más los comentarios.
“Vidas de mentira” está compuesto por ocho cuentos escritos en diferentes épocas donde los temas de Lardone vuelven a desarrollarse, ya no acotados a la Pampa gringa, como sus dos primeras novelas, sino en diferentes tiempos y lugares. Son cuentos, como dice Angélica Gorodischer en la contratapa, “no demasiado extensos, no excesivamente discursivos, sino lujososos”. A esa laudatoria se suman estudios críticos, uno por cada cuento, que buscan enriquecer y problematizar su lectura.
Los personajes de “Vidas de mentira” viven en la cárcel de los prejuicios sociales y la imagen siempre deformada que los demás elaboran sobre uno. A veces esa cárcel tiene la forma de la sujeción machista (como en “Ni qué decirle”), o la de los prejuicios heredados (ver el monólogo del pobre Albornoz encerrado en un ascensor en el cuento homónimo), pero todas las vidas que Lardone descubre poco a poco como se desnuda a una mujer en invierno son “de mentira”, no tanto por su condición ficional, sino porque apresan a quiénes las viven en pequeños universos falsos.
Al respecto dice Lardone: No fue mi propósito escribir sobre el tema, pero una vez reunido el conjunto, se me hicieron más visibles las grietas de esas “vidas de mentira”, no porque los personajes sean hipócritas, sino porque casi todos necesitan modificar la realidad para aceptarla.
Las historias del libro son, por lo tanto, historias de liberación. De personajes que abren la puerta y salen a la luz. Les basta un acto simbólico para huir, para sacarse, al menos momentáneamente, el yugo de encima. La protagonista innominada de “Ahora que la Titi no está” que viaja a Brasil en plena dictadura, el hombre de “La señal” que cambia la relación erótica con su madre por la relación con una perra, o aquella de “Ni qué decirle”, mujer oprimida física y mentalmente por su marido, que lo engaña con un desconocido en un viaje nocturno de colectivo.
La transgresión es, por lo tanto, la marca distintiva de sus personajes. Tomé el título de uno de los cuentos, explica Lardone, y después de observar que varias de las historias están sesgadas por una lucha sorda entre lo verdadero y lo aparente, entre lo verdadero y lo ilusorio.
Los estudios que acompañan a cada relato son diversos y están escritos desde distintos proyectos, hay una narración, una interpretación lacaniana, una semblanza de Borges. Todos destacan ideas comunes acerca de los relatos (como la construcción de una voz o el espacio privilegiado de los pequeños pueblos del interior) y permiten vislumbrar la complejidad de lecturas de una obra que se desarrolla parejamente por más de diez años.
Sin embargo, más allá de la trayectoria, Lardone destaca el poder del misterio y la casualidad en el origen de todos los cuentos. Al principio, nunca sé muy bien hacia donde voy. Me zambullo a partir de un estímulo que me hizo ruido, y sigo. A veces son cul-de-sac que no van a ningún lado, pero lo que me importa no es terminar un producto, sino el trayecto que se inicia cuando las ganas mueven los dedos sobre la computadora. Ahora tengo menos miedo, menos expectativas, y me parece que escribo con más libertad.